Diario de una vida de perros: el escondite definitivo

esulta que el zapatero no era tan buen escondite para el hueso de juguete como pensaba, diario, mi dueño se acordó de unos zapatos que tenía allí guardados y, al ir a buscarlos, se encontró con otra sorpresa aparte del mal olor de su propio calzado. Así que tuve que volver a esconderlo, claro, parezco un escarabajo pelotero…

Orión está a la que salta, esto se ha convertido en una cuestión de orgullo más que en un juego. Aunque sí, también tiene parte de eso. Él vigila constantemente el hueso, por lo que yo no puedo alejarme demasiado. Pero aproveché uno de los momentos en los que salió a la calle para ladrarle a un comercial de alarmas y volví a esconder mi hueso de juguete, aunque esta vez seguro que no lo va a encontrar: lo he metido dentro de una bolsa con hierba cortada que estaba apoyada en la pared del jardín. Espero que a nadie se le ocurra esconder esa bolsa, si no tampoco lo podré encontrar yo…

En fin, estoy agotada de tanto arrastrar el hueso de juguete, creo que he cogido hasta agujetas en el cuello por intentar que no se me torciera la cabeza al moverlo. Pero ahora estoy tranquila, podré dormir en paz. Es más, voy a echarme una siestecita…

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