Diario de una vida de perros: otra mañana a la carrera

iario, estoy muerta, más cansada que un Husky tirando de un trineo cuesta arriba. Y sí, también tiene que ver con las carreras, mi dueño no se ha dado por vencido. Aunque dudo que mañana repita, hoy tenía unas agujetas de esas que apenas te dejan mover una pata. Pero, aun así, salimos a dar un paseo corriendo. ¿Qué necesidad había?

Orión y yo tratamos de que abriera la puerta lo más pronto posible para que así no tuviera tiempo de pensar en las carreras, pero no hubo suerte, antes de que pudiéramos escabullirnos al jardín ya se había colocado su ropa de footing, con unas pintas que eran para verlo. Pantalón ajustado como la piel prieta de un Boxer, zapatillas brillantes que te dejaban ciega si las mirabas más de diez segundos, chaqueta que reflejaba la luz en la espalda pero que, en la oscuridad, era más negra que la garganta de un león… Y Orión y yo sin equipar, con nuestros respectivos collares y correas.

Al principio el ritmo era bastante regular, mi dueño mantenía el paso con empeño sin dejar que nos detuviéramos demasiado tiempo en cada farola. Pero no tardó en aflojar, y entonces fuimos nosotros quienes nos pusimos a tirar, vengándonos de que nos hubiera llevado a la carrera. ¿Y sabes qué? Llegó tan cansado a casa que seguro que se le han quitado las ganas de volver a salir corriendo, sus agujetas van a ser impresionantes. También las mías, pero habrá valido la pena. Y ahora… voy a cambiar el footing por el siesting, que ya está bien de moverse por hoy.

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