El reloj de pared, esa esfera colgada de los muros interiores de las casas que apenas ha variado a través del tiempo, sonando con su tic-tac tanto ahora como siempre. Todos tenemos el recuerdo de alguno especial en nuestra familia. Un reloj de pared con el característico sonido del cuco que amenizaba las horas en punto en la casa de nuestra abuela, unas campanadas más semejantes a las de un campanario que a un objeto cotidiano, que resonaban como el eco del tiempo en algún hogar que visitábamos con nuestros padres… El reloj de pared siempre ha estado ahí, presto a señalarnos el momento exacto del día.
Aunque es cierto que el mecanismo y, sobre todo, la función poco han cambiado en el transcurrir de los años, el diseño sí se ha adaptado a los cambios generacionales que han ido sufriendo todos y cada uno de los objetos cotidianos. Como suele pasar, cada persona reflejamos nuestra personalidad en la decoración de nuestra casa, por lo que todo se acaba relacionando dentro de nuestras cuatro paredes. Y en una de ellas siempre suele haber colgado un reloj, acorde con nuestro estilo, claro está. Infantiles, retro, imaginativos, mundiales… ¿Quién puede decidirse ante tal oferta?
El reloj de pared no necesita gran esfuerzo para presidir nuestro comedor o cocina, tan sólo un clavo y un espacio libre en el respectivo muro. ¿Hay algo más sencillo a la hora de decorar nuestra casa? Ni siquiera un cuadro suele ser tan simple, siempre pendientes de que queden bien alineados. Y no es que el reloj de pared no necesite también ese cuidado, sino que, incluso, hay veces que queda mejor cuando se tuerce ligeramente. ¿Por qué no invertir la esfera cambiando así radicalmente la manera de distinguir la hora?
Realmente no es necesario ser tan extravagante, tan sólo un poco curioso. Y en el mundo del reloj de pared precisamente es eso lo que abunda.