Si el otro día hablábamos de que los relojes de pared eran unos objetos que prácticamente no habían cambiado a lo largo del tiempo, otro de esos artículos hogareños que tampoco lo han hecho han sido los percheros, invariables desde el momento en el que el ser humano se hizo sedentario y debía de colgar sus pieles tras entrar en su casa. Los percheros de pared son históricos, algo que nuestra memoria recuerda anclado a cada entrada, a los vestíbulos, a las salas de estar, de cada casa o lugar público al que hemos entrado desde niños. ¿Cuántos modelos de percheros de pared habrán pasado delante de nuestros ojos? Cientos de ellos.
La forma está más que clara: un pequeño gancho anclado a la pared que, gracias a estar invertido hacia arriba, permite que podamos colgar cómodamente nuestras chaquetas o el resto de prendas sobre él. Hasta aquí todo es sencillo, la forma de los percheros de pared es más que universal, estando en la memoria de cada persona. Pero, ¿y si hablamos del diseño? Quizá se nos venga en la cabeza el clásico perchero con los cuernos de madera o la fila de ganchos de metal anclados a los listones que decoran las aulas de todos los colegios. Pero no sólo de los modelos clásicos viven los diseñadores de percheros de pared, por increíble que parezca existen modelos que lo último que aparentan es eso mismo para lo que han sido fabricados.
De metal y con acabados redondeados y mates, de uno, tres o más colgadores, con forma de clip de oficina, basados en dibujos infantiles… Los percheros de pared son unos elementos de decoración que resultan prácticos y, además, bonitos. ¿Qué sería lo imprescindible para decantarse por uno u otro modelo? Fundamentalmente que encaje dentro de nuestro estilo, de nuestra personalidad, y que, también, dispongamos del espacio para colocar aquel perchero de pared que mejor se ajuste a nuestras necesidades. Porque a veces son muchas chaquetas, pero la casa no es tan grande como nos gustaría.