Hemos llegado a la época de las rebajas, los carteles con los descuentos penden de los escaparates de todas las tiendas y grandes almacenes. 70 %, 50 %, 30 %… Cantidades que buscamos entre las etiquetas de los artículos esperando encontrar esa ganga que merezca engrosar nuestra lista de adquisiciones. Aunque, como bien sabemos, no es oro todo lo que reluce, existiendo mucha picaresca en las condiciones que rodean a las rebajas de enero y, por extensión, al resto de rebajas que se suceden durante el resto del año. Productos que han de tener idéntica calidad en esta época que cuando no están rebajados, que presenten el precio anterior y el actual, que no hayan sido inflados para la ocasión para que así parezcan unas mayores rebajas… Todo esto lo sabemos todos pero, ¿realmente lo tenemos en cuenta cuando descubrimos una de tantas supuestas gangas?
En tiempos de crisis los bolsillos acucian aún más los excesos, sobre todo teniendo en cuenta que procedemos de las fechas en las que más abundan los derroches. La Navidad es una herida abierta en la cartera y, aunque en rebajas los descuentos sean los que primen, debemos considerar muchas más cosas aparte del ahorro de dinero. ¿Realmente nos hace falta? ¿Nos dará la ilusión necesaria como para merecer la compra? ¿Es lo suficientemente útil como para ser necesario? Estas y otras preguntas deberían de ser imprescindibles, aunque pensemos que es poco dinero a lo largo de los dos meses que duran las rebajas podemos acumular un gran dispendio. No conviene derrochar cuando andamos en la cuerda floja, ni siquiera si nuestra situación económica es buena. Aunque tampoco es necesario controlarse todos los impulsos, un capricho es mucho más que un simple gasto: puede ser un estímulo para nuestro bienestar. Por eso, valoremos bien los pros y los contras de las rebajas. Quizá las verdaderas gangas se acaben en los primeros días, pero siempre encontraremos algo que nos satisfaga aun cuando estas rebajas estén a punto de acabarse.