Una de las múltiples cosas que la madre enseña a sus cachorros es la inhibición de la mordida, y entre ellos mismos lo aprenden mediante los juegos de guerra. Esto les permite saber que deben ceder cuando la intensidad de dicha mordida sea excesiva.
En los animales sociales es muy importante el mecanismo de inhibición de la agresividad, ya que de no existir, muchos enfrentamientos acabarían en la muerte de alguno de los oponentes, y no es eso lo que se pretende para perpetuar la especie. Cuando uno de los perros muerde aparece un mecanismo que hace que durante la pelea, uno de ellos ceda mostrando al otro que debe parar la lucha o acabarán muy mal parados. Esta señal es la postura de sumisión que se adopta mediante la exposición de la zona ventral del animal al oponente tumbándose boca arriba.
Evidentemente, la evolución ha hecho que estos mecanismos se conserven, ya que son efectivos y evitan muertes innecesarias, por lo tanto deberían aparecer también en los perros domésticos. Pero… ¿qué ocurre? Resulta que la selección que se lleva a cabo actualmente no es natural, sino artificial. Además, la mayoría de los criadores no se fijan en estos rasgos del comportamiento para seleccionar sus mejores ejemplares, sino en otros como una mejor caída de grupa, longitud del pelo o anchura de la cabeza. De este modo, dichas cualidades, tan importantes o más que las de belleza, dejan de perpetuarse y van desapareciendo.
Procediendo de este modo conseguimos perros totalmente desinhibidos en lo que a agresividad se refiere:
– que muerden sin dar ningún aviso previo, como posturas corporales o gruñidos;
– que no saben interpretar las señales que les manda el contrario y perpetúan la mordida hasta el límite;
– que nos muerden continuamente las manos y los tobillos, en un afán constante de “probar” nuestra posición jerárquica.
– que muerden todos los objetos de la casa, incluidos los suyos propios, destrozando camitas y todo lo que se pone a su alcance.
¿Por qué muerden los perros?
Todos los perros necesitan morder. Su boca es una poderosa herramienta para optimizar sus factores de supervivencia. Muerden para obtener recurso, mantener su “estatus” e impedir ser depredados. Los cachorros aprenden mediante los juegos; los llamados “juegos de guerra”, tan importantes y necesarios para el establecimiento de sus posiciones jerárquicas. Todos los que hemos tenido de cerca una camada de cachorros los hemos visto en algún momento en una situación de lucha que a algunas personas podrían parecerles comprometida, pero que sin embargo es necesaria en su aprendizaje.
Vigilados por su madre, que es la que les otorga los cuidados parentales, utilizan sus dientes desde que erupcionan para morder objetos, a sus hermanos e incluso a ella misma, que sabrá cuando tiene que intervenir poniendo fin con un buen gruñido o incluso un amago de morderlos.
Los neófitos en este terreno pueden pensar, y de hecho tengo muchas consultas al respecto, que es peligroso para ellos o incluso cruel, sin embargo, es lo normal. Es su forma de vida como perros, algo que a veces olvidamos por causa de la domesticación, que pretende que se comporten siguiendo unas reglas sociales propias de los humanos.
Es importante por tanto, que sepamos interpretar las posturas corporales y señales comunicativas que los perros emiten, ya que de ello depende que comprendamos su lenguaje y sepamos actuar en consecuencia.
Igualmente importante es que proporcionemos al cachorro los juguetes adecuados a cada tramo de su edad, para que satisfagan la conducta de morder, como carnívoros que son, sin perjudicarles en la formación de su mandíbula ni en la erupción de sus dientes.
Necesitaremos asesoramiento para educarlos de manera correcta desde un principio en cuanto a qué objetos les está permitido morder y cuáles no. De otra manera ellos morderán cualquier cosa que encuentren incluyendo su camita y los muebles u objetos variados de la casa.
Mientras llevamos a cabo esa educación hemos de procurar que el lugar donde descansen no sea perjudicial para ellos en el caso de que lo pudieran morder, que no se deshilache, que no suelte trozos de tejido que el cachorro pueda ingerir y que no haga daño a su sensible boca.
¿Cómo conseguir que un cachorro lo aprenda?
Lo mejor es informarse muy bien a la hora de adquirir un cachorro y, si es posible ponerse en manos de un profesional de la etología canina que asesore correctamente.
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Autora: Rosana Álvarez, Etóloga Veterinaria.