enía que pasar, diario, tan pronto como vinieron han acabado marchándose. No, no me refiero a las pulgas de verano ni a los comerciales que deambulan por el vecindario los domingos por la mañana, sino a los gatos que rondaban a la gata Alfredo. Ya ves tú, se van porque ella ha pasado el celo…
Ya sabía yo que hacerme amiga de ellos me iba a traer problemas, ahora les echo de menos. Aunque sólo hayan pasado unas horas de su marcha, sí, lo cierto es que sus maullidos acabaron por hacerme compañía y caerme hasta simpáticos. Al menos hasta que Orión se ponía a ladrar como un histérico, claro, hecho que ocurría a cada rato.
En fin, esta mañana estuve hablando con Alfredo y me ha comentado que está mucho más tranquila. Tanto por el celo como por los gatos, se ve que ella es de un solo macho y no acababa de sentirse a gusto con tantos pretendientes detrás suyo. Eso sí: todos le dejaron recuerdos para mí antes de marcharse, educación no les faltaba. Aunque de talento musical andaban más bien escasos…