uestro dueño bebé casi ha cumplido un año humano, y eso se nota claramente en toda la curiosidad que muestra por los adornos recién colocados de Navidad, las luces del árbol y todos esos objetos llamativos y rojos con los que se llenan las casas por estas fechas. Y la curiosidad ha dado paso a la comprobación, porque no sólo ha crecido en altura, también le han crecido los brazos: ¡llega a todas partes!
Ayer, mi dueño bebé se puso de puntillas y alcanzó el borde de la mesa de la mesa del comedor, tirando al suelo todo lo que estaba próximo. Y entre todas esas cosas, además de piñas, ramas secas de pino y unos frutos rojos de plástico que sólo sirven de bonito, también cayeron unos trozos de turrón y algunos dulces de aquellos tan pegajosos. Sí… polvorones. El caso es que los polvorones se los comió Orión, que le encanta cualquier cosa que tenga sabor agradable, y yo preferí dedicarme a las porciones de azúcar y caramelo, un turrón marrón que, a pesar de formarse una pasta en el hocico, lo cierto es que estaba bastante bueno. Y no te imaginas cómo se reía mi dueño bebé con Orión y conmigo, del ataque que le dio se hizo hasta caca. Unas risas de mis dueños después… ni te imaginas.