iario, de verdad que no entiendo esa manía de los humanos a los olores agradables. Sí, tú ya me entiendes… Esos olores en los que te revuelcas para ir oliendo durante semanas, sintiéndote bien perro y atrayendo a otros similares a ti. ¿De verdad que a nuestros dueños no les gusta que olamos así? ¿O es que no encuentran atractivos los mismos olores que nosotros?
Ayer, Orión estaba olisqueando por el campo y se encontró con uno de esos rastros que nadie puede resistir. Lo siguió, se adentró entre los árboles, se encontró con un puñado de pañuelos de papel usados y allí estaba, un trofeo de los que pocas veces encuentras. Y claro, se revolcó en aquel sitio como si de repente le hubiera picado un ejército de pulgas, llevándose consigo un perfume que se olía a kilómetros. Pero a mi dueño no le gustó ni una pizca, una vez llegamos a casa metió a Orión en la bañera y no salió de allí hasta que el jabón se le incrustó en los huesos, echando tal peste a limpio que parecía un frasco de colonia con cuatro patas.
Vale, a los perros nos gusta revolcarnos sobre elementos no deseados para los humanos. Pero es que es nuestro instinto, no lo podemos evitar. Por más que seas un San Bernardo con barril o el Chihuahua de una millonaria, el instinto sigue estando ahí, por lo que si ves una caca seguro que, al menos, te acercas a olerla. ¿Qué hay de malo? Ay, diario, si los humanos prestaran atención a las cosas más importantes en lugar de hacerlo con las que son menos…