Diario de una vida de perros: La caseta flotante

y, diario, la de días que llevaba sin ponerte las patas encima… Ya sabes que el calor me deja más agotada que un Labrador después de perseguirse la cola durante horas, no hay manera de que me entren las ganas de contarte mi perra vida. Además, tampoco es que me ocurran muchas cosas. Orión sigue mordiendo todo lo que pilla por delante, incluida mi pobre cama. Mi dueño bebé ya habla a su manera y mis dueños más grandes, como no podía ser de otra forma, se desviven por darle juego y cariños al pequeño. Y a Orión y a mí, que en eso no escatiman…

El caso es que sí que tengo algo que contarte: ayer hubo tormenta. Vale, puede que la noticia no dé para que corran ríos tinta, pero sí que corrieron unos cuantos ríos de agua. ¡Incluso uno de ellos se llevó la caseta que tengo en el jardín! Imagínate, estaba mirando cómo llovía por la ventana y la vi pasar flotando ante mis ojos, como si quisiera alejarse de su dueña y no se le hubiese ocurrido otra forma que hacerlo flotando. ¿Te lo puedes creer? Hasta que esta mañana he comprobado con mis propios ojos que estaba en la otra punta del jardín tampoco yo lo creía. Pero sí, cambió de sitio. Y de aspecto, ahora está más sucia que un cachorro después de revolcarse en el barro. De hecho, el aspecto es justo el mismo…

En fin, que el incidente de la caseta ha sido lo más divertido de la semana pasada. Pero tampoco creas que me aburro, lo único que pasa es que me acostumbro a la rutina. Y eso también tiene su lado bueno: por la hora, ya huelo que es el momento de comer… ¡Hasta luego!

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