uántos días sin hablarnos, diario, casi parecemos un matrimonio de humanos. Sí, ya sé que tendría que poner mis patas más a menudo sobre tus páginas, pero ya sabes lo ocupada que estoy últimamente. Con eso de que han empezado las lluvias tengo que mantener a raya el jardín, que salen malas hierbas por todas partes. Y charcos, ayer me revolqué tanto en uno que casi parecía una perra de aguas. Bueno, mejor una perra de barro…
Se avecinan cambios, y no sólo en el tiempo. Nuestro bebé está tan crecido que ya de bebé no tiene nada, más bien de niño pequeño. Si te he de ser sincera, no esperaba que mi mini dueño creciera tan deprisa, yo imaginaba que los humanos crecían como los caracoles. Entiéndeme, ya sabes que el crecimiento en los perros es bien distinto. Con decirte que estamos espabilados a los pocos días… Pues mi dueño bebé ha necesitado bastante más tiempo, pero espabilado está. ¡Ya puede agarrar él solo las galletas! Y con lo que le gusta complacernos a Orión y a mí ya te puedes imaginar lo que pasa: estoy comiendo más galletas que pienso. Pronto, en vez de Chic voy a ser Choc, porque casi todas las galletas son de chocolate…
En fin, el resto de mi vida sigue más o menos igual. Descanso diario, paseos matinales y, al atardecer, largas sesiones junto a mi querido Rodolfo. Carreras con Orión, siestas a pata suelta… Y algunos otros cambios que no están relacionados con mi dueño bebé. No, no preguntes, diario. Te enterarás a su debido tiempo, que no puedo adelantarte más.