Cuando alguien se empeña en ser original con su regalo está claro que va a sorprender, a dejar sin palabras a aquel que lo recibe por su cumpleaños, aniversario, divorcio o cualquier otra fecha marcada como especial. Tanto esfuerzo buscando, tanto empeño localizando entre miles de tiendas los regalos más originales y al final, cuando llega el momento esperado, ese instante en el que abren tu paquete con la mejor de las sonrisas, se libera el contenido y… Parece que no gusta. ¡No puede ser, estaba convencido de que era lo mejor!

Regalos originales, regalos divertidos, regalos caros y exclusivos, pero siempre hay dos opciones, esas dos posibilidades que marcan el éxito o el más estrepitoso fracaso: o gusta o no gusta. Poco importa que nos hayamos esforzado durante días implicando hasta al más íntimo de sus conocidos, si nuestro regalo no gusta es una decepción mayor que aquella que sufre la persona objetivo, la que lo ha desenvuelto con la esperanza de encontrarse un tesoro y ha descubierto que no le encajan ese tipo de joyas. Vamos, que nuestro original regalo ha quedado a la altura de un curioso detalle. Sí, sólo palabras, pero fracasar duele.

Regalos, originales, regalos originales… Es un concepto que ya hemos machacado aquí en varias ocasiones pero, ¿qué ocurre cuando, por ser excesivamente original, no acaba gustando nuestro regalo? Está claro que no todas las personas disfrutan con los mismos gustos así que es bastante probable que lo que nosotros consideremos ideal a otros no les parezca lo mismo, precisamente cuando va destinado a estas personas. Que nuestro regalo no guste es un fracaso pero, como en todo, es la mejor receta para el futuro. ¿No le gusta? No pasa nada, poco importa que nos hayamos desvivido, que nos hayamos roto la cabeza durante horas, que nuestros pies aún se resientan de la caminata entre cientos de tiendas, la próxima vez será. Y entonces estaremos convencidos de ser los más originales de entre todos los regalos aunque, atendiendo al pequeño fracaso anterior, un poco menos.