a te avisé que Alfredo iba a estar de concierto durante estos días gracias al celo, y acerté de lleno en mi predicción para el fin de semana. “Miaus” a la hora de la cena, “Miaus” cuando la mayor parte del vecindario tratábamos de dormir, “Miaus” a coro cuando se acercó un grupo de gatos como esas hormigas que huelen la comida a distancia… Y a la mañana siguiente esos gatos no se fueron, ahora tengo más amigos felinos que perrunos.
Conocí a un gato llamado Strauss que le encantaba dar saltos sin venir a cuento, como si le entraran unos tics extraños en las patas. También a otro negro y grandote llamado Fifí, un nombre que, a pesar de su fuerte aspecto, le caía que ni pintado cuando abría la boca para soltar un maullido. También a otro llamado Torcido, un mote puesto adrede por la apariencia de su cola: menos recta que la barriga de un Bulldog. Y a Martín, Collie, Pantera… No, diario, este no era grande, más bien todo lo contrario. Pero ya sabes cómo se comportan los machos, siempre tratando de aparentar lo que no son.
En fin, que todos estos gatos llevan un par de días merodeando por casa, a la espera de encontrar una oportunidad que les permita acercarse hasta Alfredo. Aunque el problema va a ser cuando se vayan, no creo que tarden demasiado. ¿Por qué? Es que… les estoy cogiendo cariño.