ué a gusto se está estrenando una cama, diario, aunque no sea para ti. Sobre todo si puedes hacer la croqueta por encima sin que te caigas al suelo, rodando como un gato que se estira sobre la cama justo antes de cambiar de postura. Y si encima te tumbas sobre la cama de tu amor perro… ¿Qué más se puede pedir? Bueno, mejor no entro en detalles.
Ya sabes que mis dueños tienen una tienda de accesorios de mascotas, precisamente empecé a poner mis patas sobre ti gracias a eso. Pues bien: los dueños de Rodolfo encargaron una nueva cama para él, una de tamaño bien grande, más acolchada que los mofletes de un sabueso y con unos detalles en rojo que destacan como los dientes de un Rottweiller. Claro, fue mi dueño quien se la llevó a casa. Y yo aproveché para acompañarles, por supuesto, realizando las pertinentes pruebas. Cómoda lo es un rato. Y ni te imaginas lo a gusto que se debe de echar la siesta. Y la cantidad de lametones que cayeron cuando, además, vino a probarla Rodolfo… Ha sido un fin de semana irrepetible, no te digo más.