Socialización canina.
Es esencial que el cachorro pase al menos las primeras ocho semanas en compañía de su madre y sus hermanos. Nosotros no debemos intervenir ni cortar estas manifestaciones de juego y lucha. El cachorro debe aprender a respetar a su madre y a otros ejemplares adultos si los hay, cosa deseable si su presencia no afecta negativamente a la cría.
Estas semanas se encuentran dentro del llamado “periodo de socialización”, crucial en su vida, ya que es aquí donde se produce la asimilación de todo lo que va a permitir al cachorro ser un adulto equilibrado en el futuro. Si hemos respetado esto, tendremos la mayor parte del camino recorrido.
Nuestra función.
A partir de ahí interviene el hombre. Igual que su madre y hermanos le han enseñado a no morderles, ahora nosotros tenemos que finalizar esta enseñanza de la misma manera. ¿Cómo? Nunca debemos permitir que un cachorro muerda nuestras manos o pies, y si lo hace debemos parar esta acción y reprenderla.
El mayor problema lo tendremos en cachorros que han sido separados a una edad demasiado temprana de su camada. En ellos necesitaremos más tiempo y paciencia. No se recomienda utilizar el castigo ni perder los nervios, ya que interpretará que estamos jugando. Esto es lo que pasa frecuentemente con los niños, que se revuelcan con ellos y agitan manos y pies, consiguiendo perpetuar el juego y por consiguiente los mordiscos. Los padres deben mediar en estos casos en las sesiones de juego de sus hijos con el cachorro, enseñándoles a utilizar siempre un juguete y a interrumpir la sesión inmediatamente si el animal se muestra excesivamente brusco.
Por otro lado, es esencial que el cachorro se relacione con otros congéneres, y si no podemos proporcionarles esas interacciones, podemos acudir a “clases de cachorros”, muy beneficiosas tanto para los perros como para sus propietarios.
Por último, el nivel de ejercicio que proporcionemos al cachorro será directamente proporcional al de tranquilidad y equilibrio. Está demostrado que el ejercicio es beneficioso tanto en las personas como en los animales. Los perros que están continuamente encerrados en apartamentos se ven tristemente avocados a una vida aburrida y a trastornos del comportamiento, como la mordida excesiva.
Autora: Rosana Álvarez, Etóloga Veterinaria.